domingo, 14 de marzo de 2021

El nacimiento de la col, un cuento de Rubén Darío




Cuando leí este cuento, que para algunos sería un microrrelato, además de gustarme, me pareció que era una metáfora preciosa que se podía utilizar para desmontar el ansia que existe por parte del profesorado, así como de padres y madres, de que la lectura es muy importante, si los temas que trata son útiles. Nada de banalidades, fuera fruslerías literarias, dejemos a los poetas en sus tumbas o en su limbo, porque en la sociedad de hoy en día lo que prima es lo práctico, lo útil, aquello que aumente los conocimientos académicos, que hay que prepararse desde pequeños para competir en esta selva despiadada en que hemos convertido nuestra sociedad. Triunfar o morir. ¡VIVA LAS COLES, ABAJO LAS ROSAS!

En estos casos, siempre me viene a la mente e, entre otros, El libro de Nuccio Ordene, La utilidad de lo inútil, en Acantilado. Un texto muy recomendable.

Pero volviendo a lo nuestro, este texto lo he utilizado para hacer tertulia dentro de los cursos de formación que imparto y, claro, con la finalidad de reflexionar y debatir acerca del papel de la literatura en esa utilidad de lo inútil. Pero entiendo que tendría cabida en cualquier grupo de tertulia.

EL NACIMIENTO DE LA COL

En el paraíso terrenal, en el día luminoso en que las flores fueron creadas, y antes de que Eva fuese tentada por la serpiente, el maligno espíritu se acercó a la más linda rosa nueva en el momento en que ella tendía, a la caricia del celeste sol, la roja virginidad de sus labios.
-Eres bella.

-Lo soy -dijo la rosa.

-Bella y feliz – prosiguió el diablo-. Tienes el color, la gracia y el aroma. Pero…

-¿Pero?…

-No eres útil. ¿No miras esos altos árboles llenos de bellotas? Ésos, además de ser frondosos, dan alimento a muchedumbres de seres animados que se detienen bajo sus ramas. Rosa, ser bella es poco…
La rosa entonces –tentada como después lo sería la mujer- deseó la utilidad, de tal modo que hubo palidez en su púrpura.

Pasó el buen Dios después del alba siguiente.

-Padre –dijo aquella princesa floral, temblando en su perfumada belleza-, ¿queréis hacerme útil?

-Sea, hija mía –contestó el Señor, sonriendo.

Y entonces vio el mundo la primera col.

FIN

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