miércoles, 31 de marzo de 2021

Consejos para la mujer fuerte, un poema de Gioconda Belli.

Gioconda Belli es una de las autoras a las que recurrimos cuando queremos compartir poemas acerca de la mujer. De los diálogos compartidos que genera su poesía destacan precisamente aquellos que ponen su énfasis en la dignidad de la mujer, en sus derechos y en sus reivindicaciones.

CONSEJOS PARA LA MUJER FUERTE

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
nadar contra corriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodéalo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero
Guarda las distancias
Constrúyete. Cuídate
Atesora tu poder
Defiéndelo
Hazlo por ti
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

domingo, 28 de marzo de 2021

Alienación, un cuento de Julio Ramón Ribeyro

Hay ocasiones en que queremos escapar de nosotros mismos para dejar de ser o de vivir nuestra existencia, y no se nos ocurre otra forma de hacerlo que intentando ser otra persona, o como otra persona. Esa transformación viene dada, a veces, por la admiración, otras por la envidia y muchas veces por la necesidad; y va unida a modelos que la sociedad nos presenta como deseables y, aunque no sea cierto, alcanzables. 
Eso le sucede a López. Él no se resigna a ser pobre y vivir codo con codo con los ricos. Quiere ser uno de ellos. Quiere huir de sí mismo empujado por una mezcla de admiración, envidia y necesidad. Todo le lleva por ese camino. No alberga la más mínima duda, ni siquiera la que siempre animó al "oso que no lo era" (Frank Tashlin) porque López tiene bien claro que no quiere volver a ser López. En este caso, más que una "rana auténtica" (Augusto Monterroso), quiere ser un yanki auténtico. Y hará, como la rana, todo lo que se le exija para lograrlo. Lo dará todo. Y si fuera preciso, dará hasta la vida. 


ALIENACIÓN

A pesar de ser zambo y de llamarse López, quería parecerse cada vez menos a un zaguero de Alianza Lima y cada vez más a un rubio de Filadelfia. La vida se encargó de enseñarle que si quería triunfar en una ciudad colonial más valía saltar las etapas intermediarias y ser antes que un blanquito de acá un gringo de allá. Toda su tarea en los años que lo conocí consistió en deslopizarse y deszambarse lo más pronto posible y en americanizarse antes de que le cayera el huaico y lo convirtiera para siempre, digamos, en un portero de banco o en un chofer de colectivo. Tuvo que empezar por matar al peruano que había en él y por coger algo de cada gringo que conoció. Con el botín se compuso una nueva persona, un ser hecho de retazos, que no era ni zambo ni gringo, el resultado de un cruce contra natura, algo que su vehemencia hizo derivar, para su desgracia, de sueño rosado a pesadilla infernal.

Pero no anticipemos. Precisemos que se llamaba Roberto, que años después se le conoció por Boby, pero que en los últimos documentos oficiales figura con el nombre de Bob. En su ascensión vertiginosa hacia la nada fue perdiendo en cada etapa una sílaba de su nombre. Todo empezó la tarde en que un grupo de blanquiñosos jugábamos con una pelota en la plaza Bolognesi. Era la época de las vacaciones escolares y los muchachos que vivíamos en los chalets vecinos, hombres y mujeres, nos reuníamos allí para hacer algo con esas interminables tardes de verano.

Roberto iba también a la plaza, a pesar de estudiar en un colegio fiscal y de no vivir en chalet sino en el último callejón que quedaba en el barrio. Iba a ver jugar a las muchachas y a ser saludado por algún blanquito que lo había visto crecer en esas calles y sabía que era hijo de la lavandera. Pero en realidad, como todos nosotros, iba para ver a Queca. Todos estábamos enamorados de Queca, que ya llevaba dos años siendo elegida reina en las representaciones de fin de curso. Queca no estudiaba con las monjas alemanas del Santa Úrsula, ni con las norteamericanas del Villa María, sino con las españolas de la Reparación, pero eso nos tenía sin cuidado, así como que su padre fuera un empleadito que iba a trabajar en ómnibus o que su casa tuviera un solo piso y geranios en lugar de rosas. Lo que contaba entonces era su tez capulí, sus ojos verdes, su melena castaña, su manera de correr, de reír, de saltar y sus invencibles piernas, siempre descubiertas y doradas y que con el tiempo serían legendarias.

Roberto iba solo a verla jugar, pues ni los mozos que venían de otros barrios de Miraflores y más tarde de San Isidro y de Barranco lograban atraer su atención. Peluca Rodríguez se lanzó una vez de la rama más alta de un ficus, Lucas de Tramontana vino en una reluciente moto que tenía ocho faros, el chancho Gómez le rompió la nariz a un heladero que se atrevió a silbarnos, Armando Wolff estrenó varios ternos de lanilla y hasta se puso corbata de mariposa. Pero no obtuvieron el menor favor de Queca. Queca no le hacía caso a nadie, le gustaba conversar con todos, correr, brincar, reír, jugar al vóleibol y dejar al anochecer a esa banda de adolescentes sumidos en profundas tristezas sexuales que solo la mano caritativa, entre las sábanas blancas, consolaba. Fue una fatídica bola la que alguien arrojó esa tarde y que Queca no llegó a alcanzar y que rodó hacia la banca donde Roberto, solitario, observaba. ¡Era la ocasión que esperaba desde hacía tanto tiempo! De un salto aterrizó en el césped, gateó entre los macizos de flores, saltó el seto de granadilla, metió los pies en una acequia y atrapó la pelota que estaba a punto de terminar en las ruedas de un auto. Pero cuando se la alcanzaba, Queca, que estiraba ya las manos, pareció cambiar de lente, observar algo que nunca había mirado, un ser retaco, oscuro, bembudo y de pelo ensortijado, algo que tampoco le era desconocido, que había tal vez visto como veía todos los días las bancas o los ficus, y entonces se apartó aterrorizada. Roberto no olvidó nunca la frase que pronunció Queca al alejarse a la carrera: «Yo no juego con zambos». Estas cinco palabras decidieron su vida. Todo hombre que sufre se vuelve observador y Roberto siguió yendo a la plaza en los años siguientes, pero su mirada había perdido toda inocencia. Ya no era el reflejo del mundo sino el órgano vigilante que cala, elige, califica. CONTINUAR LEYENDO


La rana que quería ser una rana auténtica , un cuento (microrrelato) de Augusto Monterroso

Con este cuento (o minicuento), junto con el de "Alienación" de Julio Ramón Ribeyro y el álbum ilustrado, "El oso que no lo era", de Frank Tashlin, he compuesto una especie de trilogía que, de una forma u otra, versa acerca de la identidad y, dentro de ella, de la imagen que proyectamos, o nos hacen proyectar, hacia los demás y hacia nosotros mismos.
Es lo que le pasa a la rana de esta pequeña historia. Augusto Monterroso tiene la habilidad, como en este caso, de plasmar pensamientos muy profundos en pocas líneas. En esta ocasión, la rana busca su autenticidad no en ella misma, sino en la mirada de los demás. Y buscando esa rana auténtica que está en los ojos de los demás, acabará, de una forma trágica, por ser vista como algo distinto a lo que ella perseguía, que era ser una rana auténtica.
Estos cuentos, a pesar de tener una temática común, pueden ser compartidos independientemente. Yo así lo he hecho y las tertulias han sido muy interesantes. Respecto a las edades, los tres textos pueden ser para todos los públicos, aunque el Ribeyro, en caso de alumnado del primer o segundo ciclo de primaria, entiendo que necesitará de una lectura oral.


LA RANA QUE QUERÍA SER UNA RANA AUTÉNTICA

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello.

Al principio se compró un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía que todos la aplaudían.

Y así seguía haciendo esfuerzos hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

FIN

martes, 23 de marzo de 2021

Lingüistas un cuento de Mario Benedetti

Me encanta cuando los autores y autoras literarias reflexionan sobre la lengua o la literatura, ya que ellos y ellas son los que viven directamente la práctica de la actividad literaria. Es como el entrenador y el deportista. Ambos son necesarios, pero la visión de este último, su reflexión sobre la práctica, tiene un valor especial
En este caso, el cuento de Benedetti lo he utilizado sobre todo para hacer tertulias en los cursos de formación del profesorado, porque me parece un texto fantástico para dialogar acerca de lo que entendemos por lengua en nuestra práctica como docentes.



LINGÜISTAS 

Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.

De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:

—¡Qué sintagma!
—¡Qué polisemia!
—¡Qué significante!
—¡Qué diacronía!
—¡Qué exemplar cetororum!
—¡Qué Zungenspitze!
—¡Qué morfema!

La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas. 

Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: “Cosita linda”.
FIN

domingo, 21 de marzo de 2021

Qué hacer y qué evitar al leer en voz alta, por Jim Trealease ("Manual de lectura en voz alta". (2005). Bogotá: Fundalectura. Págs. 163-171)


He aquí unas pautas sacadas del libro "Manual de lectura en voz alta" de Jim Trelease. Son, como se indica, pautas, no mandamientos. Algunas, que siguen vigentes, hacen referencias a la TV y se pueden hacer extensibles a todo tipo de pantallas y redes.

QUÉ HACER

  • Léales a los niños tan pronto como sea posible. A más pronto empiece, más fácil y mejor será.
  • Emplee nanas, rimas y canciones para estimular el lenguaje del bebé y su escucha.
  • Comience con ilustraciones sencillas en blanco y negro y léales después álbumes con mucho colorido, para despertar la curiosidad y sensibilidad visual de los niños.
  • Es muy importante que incluya libros con repeticiones en las lecturas, con bebés y niños que empiezan a caminar; a medida que crezcan, añada libros predecibles.
  • Cuando vuelva a leer un libro predecible, de vez en cuando suspenda la lectura en una palabra o frase clave, y deje que la diga su oyente.
  • Lea cada vez que usted y su hijo (o estudiante) tengan tiempo para hacerlo.
  • Establezca por lo menos un momento habitual de lectura diaria.
  • Recuerde: el arte de escuchar se adquiere. Debe enseñarse, cultivarse, gradualmente. No se adquiere de la noche a la mañana.
  • Empiece con álbumes que contengan pocas oraciones por página. Gradualmente, pase a libros con cada vez más texto y menos ilustraciones, hasta llegar a los libros por capítulos y las novelas.
  • Varíe la extensión y los temas de sus lecturas.
  • Para animarlos a integrarse en la lectura, invite a los niños a que vuelvan las páginas cuando sea el momento.
  • Antes de empezar a leer, diga siempre el título del libro y los nombres del autor y del ilustrador, no importa cuantas veces haya leído el libro.
  • La primera vez que lean un libro, converse con ellos de la ilustración de la portada. «¿De qué crees que trata esta historia?»
  • Durante la lectura, comprometa a quienes lo escuchan, preguntando: «¿Qué creen que va a pasar en la próxima página?».
  • Termine la lectura. Si empieza a leer un libro, continuar la lectura es responsabilidad suya, a menos que considere que no es un buen libro. No puede dejar a su hijo ni a sus estudiantes esperando, entre un capítulo y otro, tres o cuatro días, y pretender que mantengan el interés.
  • Ocasionalmente, lea libros de un nivel intelectual superior al de los niños y lance un reto a sus mentes.
  • Los álbumes pueden leerse con facilidad en familia con niños de edades muy diferentes. Las novelas, sin embargo, son un desafío. Si entre los niños hay más de dos años de diferencia (y por tanto, diferencias sociales y emocionales) los beneficiará enormemente si hace sesiones de lectura en voz alta con cada uno, de manera individual. Esto exige de los padres un esfuerzo mayor, pero la recompensa será proporcional al esfuerzo realizado. Así fortalecerá lo especial de cada niño. CONTINUAR LEYENDO



sábado, 20 de marzo de 2021

¿QUÉ LES QUEDA A LOS JÓVENES?, un poema de Mario Benedetti

Este es un poema que lo hemos compartido con personas de todas las edades, pero sobre todo con jóvenes. Concretamente, la última vez fue el jueves pasado en la Fundación Peñascal de Bilbao. 
Es una composición que me encanta porque se rebela ante esa imagen estereotipada de los jóvenes que, generación tras generación, se asume por los adultos y en la que prevalece la desesperanza. Es paradójico, desde mi punto de vista, que promovamos en los jóvenes unos valores que luego somos los primeros en criticar.
Resumiendo, un gran poema que provoca ricos debates sobre estas cuestiones.

¿QUÉ LES PASA A LOS JÓVENES

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿Sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
También les queda no decir amén,
no dejar que les maten el amor,
recuperar el habla y la utopía,
ser jóvenes sin prisa y con memoria,
situarse en una historia que es la suya,
no convertirse en viejos prematuros.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿Cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
Les queda respirar, abrir los ojos,
descubrir las raíces del horror,
inventar paz, así sea a ponchazos,
entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos,
y con el sentimiento y con la muerte,
esa loca de atar y desatar.

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿Vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
También les queda discutir con Dios,
tanto si existe como si no existe,
tender manos que ayudan, abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno.

Sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines del pasado
y los sabios granujas del presente.

Mario Benedetti

viernes, 19 de marzo de 2021

Informe para una academia, un cuento de Franz Kafka

No puedo negar que Franz Kafka es uno de mis autores favoritos y que con sus textos hemos realizado muchas tertulias. "Informe para una academia" fue -de esto hace 20 años- uno de los primeros textos que compartimos en la Tertulia de la Prisión, por entonces ubicada en Nanclares de la Oca (Älava/Araba). Fueron unas sesiones muy interesantes de las que me queda, entre otros, el recuerdo del pasaje en el que el protagonista distingue entre "salida" y "libertad". Al comentarlo, uno de los internos dijo que a él lo que más le interesaba era la "salida", mientras que otro manifestó que lo que él quería era la "libertad", que sabía que era más difícil de conseguir por lo que iba a implicar en su vida, pero que eso era a lo que aspiraba, y no a una simple "salida".
Otra de las improntas que me deja este texto es que, en más de una ocasión, lo hemos compartido  en sexto de primaria, con una notable participación por parte del alumnado. Unido a este recuerdo está el de cuando lo utilizaba como práctica en cursos de formación del profesorado sobre Tertulias y de cuánto costaba que los docentes se entregaran a este relato. La mayoría decía que no se entendía, que aquello era una especie de literatura del absurdo. Así que cuando les contaba que lo habíamos leído en varios cursos de sexto de primaria exclamaban, con tono de reproche, que si ellos no lo comprendían, qué habrían entendido unos chavales de 12 años. Yo no contestaba. Me quedaba en silencio pensando que qué gozada que unos púberes entendieran mejor a Kafka que unos profesores. Aunque me preocupaba que el concepto que aquellos docentes tenían de lo que es la comprensión de una lectura literaria.
Tendría más cosas que contar, pero creo que con esto es suficiente. Tan solo me queda animaros a que lo leáis con ojos de aquellos alumnos y alumnas de sexto de primaria y no con los de los que todavía no se han atrevido a pasar al otro lado del espejo.


INFORME PARA UNA ACADEMIA 

Excelentísimos señores académicos:

Me hacéis el honor de presentar a la Academia un informe sobre mi anterior vida de mono. Lamento no poder complaceros; hace ya cinco años que he abandonado la vida simiesca. Este corto tiempo cronológico es muy largo cuando se lo ha atravesado galopando -a veces junto a gente importante- entre aplausos, consejos y música de orquesta; pero en realidad solo, pues toda esta farsa quedaba -para guardar las apariencias- del otro lado de la barrera.

Si me hubiera aferrado obstinadamente a mis orígenes, a mis evocaciones de juventud, me hubiera sido imposible cumplir lo que he cumplido. La norma suprema que me impuse consistió justamente en negarme a mí mismo toda terquedad. Yo, mono libre, acepté ese yugo; pero de esta manera los recuerdos se fueron borrando cada vez más. Si bien, de haberlo permitido los hombres, yo hubiera podido retornar libremente, al principio, por la puerta total que el cielo forma sobre la tierra, ésta se fue angostando cada vez más, a medida que mi evolución se activaba como a fustazos: más recluido, y mejor me sentía en el mundo de los hombres: la tempestad, que viniendo de mi pasado soplaba tras de mí, ha ido amainando: hoy es tan solo una corriente de aire que refrigera mis talones. Y el lejano orificio a través del cual ésta me llega, y por el cual llegué yo un día, se ha reducido tanto que -de tener fuerza y voluntad suficientes para volver corriendo hasta él- tendría que despellejarme vivo si quisiera atravesarlo. Hablando con sinceridad -por más que me guste hablar de estas cosas en sentido metafórico-, hablando con sinceridad os digo: vuestra simiedad, estimados señores, en tanto que tuvierais algo similar en vuestro pasado, no podría estar más alejada de vosotros que lo que la mía está
de mí. Sin embargo, le cosquillea los talones a todo aquel que pisa sobre la tierra, tanto al pequeño chimpancé como al gran Aquiles. Pero a pesar de todo, y de manera muy limitada, podré quizá contestar vuestra pregunta, cosa que por lo demás hago de muy buen grado. Lo primero que aprendí fue a estrechar la mano en señal de convenio solemne. Estrechar la mano es símbolo de franqueza. Hoy, al estar en el apogeo de mi carrera, tal vez pueda agregar, a ese primer apretón de manos, también la palabra franca. Ella no brindará a la Academia nada esencialmente nuevo, y quedaré muy por debajo de lo que se me demanda, pero que ni con la mejor voluntad puedo decir. De cualquier manera, con estas palabras expondré la línea directiva por la cual alguien que fue mono se incorporó al mundo de los humanos y se instaló firmemente en él. Conste además, que no podría contaros las insignificancias siguientes si no estuviese totalmente convencido de mí, y si posición no se hubiese afirmado de manera incuestionable todos los grandes music-halls del mundo civilizado. CONTINUAR LEYENDO

miércoles, 17 de marzo de 2021

La lectura comienza antes de los textos escritos, un artículo muy interesante de Evelio Cabrejo,

El primer libro de un bebé es el rostro de su madre, la voz de sus padres. Esas primeras lecturas movilizan su pensamiento, respetarlas y nutrirlas con nuevas historias es permitirle al bebé construirse como sujeto… Leer es una modalidad necesaria de la actividad psíquica general.

Hay una lectura anterior a la lectura de los textos escritos, es la lectura del texto oral. Este acto de lectura es inherente a la puesta en movimiento del pensamiento. Sabemos que el bebé viene al mundo con las capacidades que le permiten manejar las informaciones del mundo físico y las del vasto mundo de la intersubjetividad. La voz de la madre ya está inscrita en la psiquis del bebé cuando nace. Esta inscripción comienza hacia el fin del cuarto mes de gestación, cuando la capacidad auditiva del feto se organiza de tal manera que las informaciones sonoras ya son accesibles a su aparato auditivo. Esto echa por tierra todos los conceptos de tabula rasa, pues el bebé es capaz de manejar las informaciones ligadas a la voz para hacer emerger el sentido. CONTINUAR LEYENDO

Evelio Cabrejo (Colombia, 1942) es psicoanalista y lingüista, especialista en oralidad y pedagogía de la lectura. Reside en Francia desde 1970, donde ha sido director asistente del Departamento de Lingüística de la Universidad de París 7-Denis Diderot. Promotor de talleres de lectura para la primera infancia, ha escrito numerosos artículos sobre pedagogía de la lectura. También ha trabajado como consultor y asesor en diferentes programas de lectura de países hispanoamericanos.
Actualmente es vicepresidente de ACCES (Acciones Culturales Contra las Exclusiones y Segregaciones), una iniciativa dirigida a colectivos en riesgo de exclusión social cuyo objetivo es mejorar las condiciones de adquisición de la escritura y la lectura gracias al descubrimiento de la lengua escrita desde la primera infancia., una iniciativa dirigida a colectivos en riesgo de exclusión social cuyo objetivo es mejorar las condiciones de adquisición de la escritura y la lectura gracias al descubrimiento de la lengua escrita desde la primera infancia.

domingo, 14 de marzo de 2021

El nacimiento de la col, un cuento de Rubén Darío




Cuando leí este cuento, que para algunos sería un microrrelato, además de gustarme, me pareció que era una metáfora preciosa que se podía utilizar para desmontar el ansia que existe por parte del profesorado, así como de padres y madres, de que la lectura es muy importante, si los temas que trata son útiles. Nada de banalidades, fuera fruslerías literarias, dejemos a los poetas en sus tumbas o en su limbo, porque en la sociedad de hoy en día lo que prima es lo práctico, lo útil, aquello que aumente los conocimientos académicos, que hay que prepararse desde pequeños para competir en esta selva despiadada en que hemos convertido nuestra sociedad. Triunfar o morir. ¡VIVA LAS COLES, ABAJO LAS ROSAS!

En estos casos, siempre me viene a la mente e, entre otros, El libro de Nuccio Ordene, La utilidad de lo inútil, en Acantilado. Un texto muy recomendable.

Pero volviendo a lo nuestro, este texto lo he utilizado para hacer tertulia dentro de los cursos de formación que imparto y, claro, con la finalidad de reflexionar y debatir acerca del papel de la literatura en esa utilidad de lo inútil. Pero entiendo que tendría cabida en cualquier grupo de tertulia.

EL NACIMIENTO DE LA COL

En el paraíso terrenal, en el día luminoso en que las flores fueron creadas, y antes de que Eva fuese tentada por la serpiente, el maligno espíritu se acercó a la más linda rosa nueva en el momento en que ella tendía, a la caricia del celeste sol, la roja virginidad de sus labios.
-Eres bella.

-Lo soy -dijo la rosa.

-Bella y feliz – prosiguió el diablo-. Tienes el color, la gracia y el aroma. Pero…

-¿Pero?…

-No eres útil. ¿No miras esos altos árboles llenos de bellotas? Ésos, además de ser frondosos, dan alimento a muchedumbres de seres animados que se detienen bajo sus ramas. Rosa, ser bella es poco…
La rosa entonces –tentada como después lo sería la mujer- deseó la utilidad, de tal modo que hubo palidez en su púrpura.

Pasó el buen Dios después del alba siguiente.

-Padre –dijo aquella princesa floral, temblando en su perfumada belleza-, ¿queréis hacerme útil?

-Sea, hija mía –contestó el Señor, sonriendo.

Y entonces vio el mundo la primera col.

FIN

sábado, 13 de marzo de 2021

PARA TI MUJER ESCRIBO, un poema de Margarita Carrete de Tafur

Este es un poema que, normalmente, se suele compartir en la temática que rodea al "Día de la Mujer". Sin embargo, creo que cualquier momento es bueno para leerlo.
Nosotros lo hemos compartido en tertulias de Grupos de Mujeres y con los jóvenes de la Fundación Peñascal de Bilbao y en todas esas tertulias el poema ha dejado su impronta y ha elucidado reflexiones muy interesantes acerca de, entre otras cosas, la Mujer y su vivencia de la igualdad.

PARA TI MUJER ESCRIBO

Escribo para ti mujer,
mujer de mil ropajes,
mujer joven o vieja
de esta dura tierra.

Escribo para ti
sin saber cómo eres,
hoy hablo para decirte
que no aceptes la suerte

¡Escúchame ahora!
Obrera de los tiempos
si hoy borras tu sonrisa
a cambio de tristeza,
no hay vida mala o buena
ni infiernos tan temidos
ni paraísos soñados,
la vida es una sola,
la vida se conjuga
de dolor y alegría,
la vida mujer hay que amasarla,
¡con nuestras propias manos!

¡Basta ya mujer!
de dolores callados,
despierta, anda y ve
que hay tiempos no sembrados
¡Basta ya mujer!
Arroja tu alma esclava
de los prejuicios vanos.
¡Mira el sol cómo brilla,
no te tapes los ojos
al resplandor del día!

Mujer del siglo XXI
que luchas, trabajas y amas,
descubre y aprovecha los caminos,
recoge las mañanas,
entierra los silencios,
desátate las manos,
rompe ya esas cadenas
que la vida es empinada
y a fuerza de subirla
se hace mejor vida

viernes, 12 de marzo de 2021

Mañana está demasiado lejos, un cuento de Chimamanda Ngozi Adichie

La autora nigeriana del manifiesto "Todos deberíamos ser feministas" es también una gran escritora de cuentos y novelas. En este caso, el cuento al que nos referimos aquí apareció en su primer libro de relatos titulado, "Algo alrededor de tu cuello", publicado en español en 2010 en Barcelona por Literatura Random House, con traducción de Aurora Echevarría.

Tomo prestadas de Lecturia unas palabras que me han parecido que reflejan muy bien esta colección de relatos:

"Conmovedores y profundos, estos relatos cuentan historias humanamente cercanas y geográficamente remotas: historias de mujeres que sufren lejos de su país de origen, historias de emigrantes que se encuentran a sí mismos en América, la tierra prometida. Chimamanda Ngozi Adichie, autora nigeriana, sabe hablar de África alejándose de los titulares manidos sobre ese continente, pero sin dejar de lado la historia de su país. Es una escritora interesada en cómo los asuntos públicos afectan a los individuos, interesada en analizar desde la ficción el choque entre la modernidad y la tradición, las expectativas familiares y los sueños de las nuevas generaciones."

La primera tertulia en la que lo leímos fue en la de la Prisión de Zaballa -tertulia que comenzó su andadura allá por el año 1999 y que solo este maldito bicho que nos asola ha conseguido detener momentáneamente-, siendo unos textos que nos gustaron mucho y que nos llevaron a compartir muchas cuestiones en los vivaces diálogos que se suelen producir en esa tertulia.

En cuanto al cuento en sí, "Mañana está demasiado lejos", que luego lo hemos compartido en diferentes tertulias literarias dialógicas, comentaré que es un relato duro, sin concesiones. Un cuento que se centra en la discriminación que sufre una niña por parte de su abuela por ser mujer, frente a su hermano que es considerado por la ella como un ente superior, simplemente porque es un chico. Esto genera un odio visceral en la niña hacia su hermano que terminará trágicamente.

Es cierto que sólo lo hemos leído en tertulias de personas adultas, pero creo que hoy en día no me importaría hacer una lectura compartida del mismo, y animo a hacerlo, en Secundaria e incluso en Primaria. Sobre este asunto de las orientaciones por edades, ya hay una entrada en el blog en el que expongo mi parecer.

MAÑANA ESTÁ DEMASIADO LEJOS

Fue el último verano que pasaste en Nigeria, el verano anterior al divorcio de tus padres, antes de que tu madre jurara no volver a poner un pie en Nigeria para ver a la familia de tu padre, en particular a tu abuela. Todavía ahora, dieciocho años después, recuerdas claramente el calor que hizo ese verano, el ambiente bochornoso que se respiraba en el patio de tu abuela, un patio con tantos árboles que el cable del teléfono se enredaba con las hojas y las distintas ramas se tocaban, y a veces aparecían mangos en los castaños y guayabas en los mangos. La gruesa capa de hojas en descomposición era blanda bajo tus pies desnudos. Por las tardes las abejas de vientre amarillo zumbaban alrededor de tu cabeza, la de tu hermano Nonso y la de tu primo Dozie, y por las noches la abuela solo dejaba a tu hermano Nonso trepar a los árboles para sacudir una rama cargada de fruto, a pesar de que tú trepabas mejor. Llovían los aguacates, los anacardos, las guayabas, y el primo Dozie y tú llenabais viejos cubos.

Fue el verano que la abuela enseñó a Nonso a arrancar los cocos. Los cocoteros, tan altos y sin ramas, eran difíciles de trepar, y la abuela le dio un palo largo y le enseñó a agitar las vainas acolchadas. A ti no te enseñó porque decía que no era cosa de niñas. La abuela partía los cocos golpeándolos con cuidado contra una piedra y la leche acuosa se quedaba en la mitad inferior, una taza irregular. Todos bebían un sorbo de la leche enfriada por el viento, incluidos los niños de la calle que salían a jugar, y la abuela presidía el ritual para asegurarse de que Nonso era el primero.

Fue el verano que le preguntaste a tu abuela por qué el primer sorbo era para Nonso en lugar de para Dozie, que tenía trece años, uno más, y la abuela respondió que Nonso era el único hijo de su hijo, el que llevaría el apellido Nna Buisi, mientras que Dozie solo era un nwadiana, el hijo de una hija. Fue el verano que encontraste en el césped la piel de una serpiente, entera e intacta como una media transparente, y la abuela os dijo que se llamaba echí eteka, «Mañana está demasiado lejos». Un mordisco, dijo, y en diez minutos se ha acabado todo.

No fue el verano que te enamoraste de tu primo Dozie porque lo hiciste unos veranos antes, cuando él tenía diez años y tú siete, y os metías los dos en el diminuto espacio que había detrás del garaje de la abuela, y él trataba de embutir lo que llamabais su «plátano» en lo que llamabais tu «tomate», pero ninguno de los dos estaba seguro de cuál era el agujero. Pero sí fue el verano que cogiste piojos, y el primo Dozie y tú explorasteis tu larga melena buscando los diminutos insectos negros para aplastarlos entre las uñas y reíros del ruido que hacían sus estómagos llenos de sangre al reventar; el verano que tu odio hacia tu hermano Nonso aumentó tanto que notaste que te obstruía las fosas nasales, y tu amor por tu primo Dozie se infló y te rodeó la piel.

Fue el verano que viste cómo el mango se partía limpiamente en dos mitades en una tormenta en la que los rayos recorrieron con feroces líneas el cielo.

Fue el verano que Nonso murió.

La abuela no lo llamaba verano. Nadie lo hacía en Nigeria. Era agosto, entre la estación lluviosa y elharmattan. Llovía torrencialmente todo el día, y la lluvia plateada azotaba el porche donde Nonso, Dozie y tú apartabais los mosquitos a manotazos mientras comíais mazorcas asadas; o hacía un sol cegador y os bañabais en la balsa que la abuela había dividido por la mitad para que disfrutarais de una piscina improvisada. El día que Nonso murió hizo temperaturas bastante suaves; lloviznó por la mañana, el sol brilló suavemente por la tarde y por la noche murió él. La abuela le gritó, gritó a su cuerpo sin vida i laputago m, que la había traicionado, porque ¿quién iba a llevar ahora el apellido de Nnabuisi que protegía el linaje de la familia?  CONTINUAR LEYENDO 

martes, 9 de marzo de 2021

Orientaciones acerca de qué criterios seguir para elegir lecturas en función de la edad de las personas que participan en la Tertulia

En una de las entradas anteriores adelanté que iba a comentar algo sobre los criterios que podemos seguir para elegir las lecturas en función de la edad de las personas que participan en las tertulias. Así que me pongo a ello.

No es nada fácil, aunque en todas los listados y recomendaciones de libros aparecen clasificados por edades, conocer los criterios por los que se han regido las personas que han confeccionado esas clasificaciones para determinar las edades adecuadas a cada libro.

Para empezar, comentar que hay quien opina que esas clasificaciones son artificiales y que no sirven como guías para la selección de lecturas por edades, y que sólo tienen fines comerciales.

Por otra parte, Jim Trealease, autor del libro Manual de lectura en voz alta aconseja, entre otras cosas, no abrumar a los oyentes, y que al seleccionar lo que vamos a leer en voz alta, consideremos la capacidad intelectual, social y emocional de nuestra audiencia, que jamás leamos algo que supere el nivel emocional de los niños y niñas.

Personalmente, a la hora de seleccionar lecturas siempre me he fijado en si un texto podía ser comprendido o no por las personas que íbamos a participar en la tertulia. Ahora bien, este criterio no lo he aplicado a las personas adultas ni al alumnado de secundaria, ya que esto de decidir qué nivel de comprensión tienen los demás es elitista y, en ocasiones, paternalista. Así que hemos leído obras de autores como Kafka, Shakespeare, Cervantes, Platón, Sófocles, etc. en todo tipo de grupos, incluso en los formados por personas que no tenían acreditada la formación básica, y los resultados han sido excelentes. 

En este campo de la lectura comprensiva, las dudas me han entrado siempre en Primaria, sobre todo con el ciclo inicial y medio, y más con textos que con álbumes ilustrados. Por ejemplo, hemos leído en el ciclo medio el cuento de Nadine Gordimer, El mejor safari, y la tertulia ha funcionado bastante bien. Eso sí, con anterioridad a la misma, el trabajo del texto de su profesora con el grupo de alumnos ha sido importante. Ante esta laguna, hace poco, he leído un libro de Meghan Cox Gurdo, La magia de leer en voz alta, que me ha gustado mucho, y en el que encontré algo que solucionaba en parte mis vacilaciones. Era una cita del autor que aparece más arriba, Jim Trealease, en la que afirmaba: 
"Un error constante cometido por padres y maestros es la suposición de que el nivel de escucha de un niño es el mismo que su nivel de lectura. Hasta el octavo grado, eso está lejos de ser cierto; los estudiantes de los primeros años de primaria escuchan muchos grados por encima de su nivel de lectura. Esto significa que los estudiantes de primaria son capaces de escuchar y comprender historias que son mucho más complicadas que las que ellos mismos pueden leer." (https://www.trelease-on-reading.com/hey.html)

Y esto me ha abierto las puertas del cielo. Es decir, que, de ahora en adelante, esos textos que me generaban dudas acerca de si serían capaces de comprenderlos (lectura comprensiva) y que trabajábamos con anterioridad, los podemos utilizar en la tertulia, pero no dándolo a leer individualmente, sino haciendo una lectura en voz alta de los mismos, para luego hacer la tertulia. Lo que no quita para que después también se lean individualmente. Con este planteamiento, el número y nivel de lecturas para esos cursos se amplia notablemente.

En cuanto a los álbumes ilustrados, como ya he comentado, tengo menos dudas. Además, cuento con el listado que la Asociación Entrelibros de Granada hace en su página web y en el que nos señala algunos álbumes ilustrados y libros que utiliza en sus actividades de lectura compartida en voz alta, y que son altamente fiables.

Y hasta aquí mi reflexión y mi propuesta. Espero que os sirva en vuestro caminar por el sendero luminoso de la lectura dialógica compartida. 

Miguel Loza Aguirre


domingo, 7 de marzo de 2021

La pastora Marcela, fragmento de "El Quijote" de Miguel de Cervantes. Una lectura dialógica compartida para el 8 de marzo




Recuerdo que cuando leí este pasaje del Quijote por primera vez quedé gratamente sorprendido porque nunca había sospechado que el Quijote, escrito en la época que se escribió, albergase un discurso feminista tan diáfano y tan actual. 
Por eso, cuando lo propuse a distintas tertulias, como a la Asociación de Mujeres Sallurtegui de Agurain, sí noté que ellas también al leerlo y compartirlo se sorprendían agradablemente y que se reafirmaban en el discurso de Marcela. 
Y para seguir con las sorpresas, comentaré que en Educación Social de la UPV en Leioa (Bizkaia), cuando fui a dar una formación sobre Tertulias Literarias a un grupo de alumnos, les propuse para la parte práctica trabajar sobre esta lectura, pero les pareció, entiendo que por la época en que estaba escrita y temiendo un esfuerzo excesivo para entenderla, demasiado compleja y me pidieron, a través de su profesora, que hiciésemos otro texto. Así que cuando se lo comenté a las tertulianas de Sallurtegui -mujeres de edad avanzada y con estudios básicos la mayoría- no lo podían entender. Incluso una me dijo que le había gustado tanto que lo había leído dos veces. 
En otras tertulias en que trabajamos este texto, como en el caso de los Grupos de Mujeres de las Aulas de Cultura Popular de Cáritas de Vitoria-Gasteiz, el discurso de Marcela lo complementé con la parte final de la Fierecilla domada, de Willian Sakespeare, a fin de debatir sobre la distinta perspectiva desde la que se trataba a la mujer en la dos obras. No se trataba de establecer un juicio sobre el feminismo de Cervantes y Sakespeare, sino de ver qué ideas tan radicalmente distintas existían (y existen) en el imaginario literario de la mujer. Fue toda un provocación de la que salieron jugosos diálogos. Una gozada.

LA PASTORA MARCELA

Estando en esto, llegó otro mozo de los que les traían del aldea el bastimento, y dijo:

-¿Sabéis lo que pasa en el lugar, compañeros?

-¿Cómo lo podemos saber? -respondió uno de ellos.

-Pues sabed -prosiguió el mozo- que murió esta mañana aquel famoso pastor estudiante llamado Grisóstomo, y se murmura que ha muerto de amores de aquella endiablada moza de Marcela, la hija de Guillermo el rico, aquélla que se anda en hábito de pastora por esos andurriales.

-Por Marcela dirás -dijo uno.

-Por ésa digo -respondió el cabrero-. Y es lo bueno, que mandó en su testamento que le enterrasen en el campo, como si fuera moro, y que sea al pie de la peña donde está la fuente del alcornoque; porque, según es fama, y él dicen que lo dijo, aquel lugar es donde él la vio la vez primera. Y también mandó otras cosas, tales, que los abades del pueblo dicen que no se han de cumplir, ni es bien que se cumplan, porque parecen de gentiles. A todo lo cual responde aquel gran su amigo Ambrosio, el estudiante, que también se vistió de pastor con él, que se ha de cumplir todo, sin faltar nada, como lo dejó mandado Grisóstomo, y sobre esto anda el pueblo alborotado; mas, a lo que se dice, en fin se hará lo que Ambrosio y todos los pastores sus amigos quieren; y mañana le vienen a enterrar con gran pompa adonde tengo dicho. Y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver; a lo menos, yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar.

-Todos haremos lo mismo -respondieron los cabreros-; y echaremos suertes a quién ha de quedar a guardar las cabras de todos.

-Bien dices, Pedro -dijo uno-; aunque no será menester usar de esa diligencia, que yo me quedaré por todos. Y no lo atribuyas a virtud y a poca curiosidad mía, sino a que no me deja andar el garrancho que el otro día me pasó este pie.

-Con todo eso, te lo agradecemos -respondió Pedro.

Y don Quijote rogó a Pedro le dijese qué muerto era aquél y qué pastora aquélla; a lo cual Pedro respondió que lo que sabía era que el muerto era un hijodalgo rico, vecino de un lugar que estaba en aquellas sierras, el cual había sido estudiante muchos años en Salamanca, al cabo de los cuales había vuelto a su lugar, con opinión de muy sabio y muy leído.

-«Principalmente, decían que sabía la ciencia de las estrellas, y de lo que pasan, allá en el cielo, el sol y la luna; porque puntualmente nos decía el cris del sol y de la luna.»

-Eclipse se llama, amigo, que no cris, el oscurecerse esos dos luminares mayores -dijo don Quijote.

Mas Pedro, no reparando en niñerías, prosiguió su cuento diciendo:

-«Asimismo adivinaba cuándo había de ser el año abundante o estil.»

-Estéril queréis decir, amigo -dijo don Quijote.

-Estéril o estil -respondió Pedro-, todo se sale allá. «Y digo que con esto que decía se hicieron su padre y sus amigos, que le daban crédito, muy ricos, porque hacían lo que él les aconsejaba, diciéndoles: “Sembrad este año cebada, no trigo; en éste podéis sembrar garbanzos y no cebada; el que viene será de guilla de aceite; los tres siguientes no se cogerá gota”.»

-Esa ciencia se llama astrología -dijo don Quijote.

-No sé yo cómo se llama -replicó Pedro-, mas sé que todo esto sabía y aún más. «Finalmente, no pasaron muchos meses, después que vino de Salamanca, cuando un día remaneció vestido de pastor, con su cayado y pellico, habiéndose quitado los hábitos largos que como escolar traía; y juntamente se vistió con él de pastor otro su grande amigo, llamado Ambrosio, que había sido su compañero en los estudios. Olvidábaseme de decir como Grisóstomo, el difunto, fue grande hombre de componer coplas; tanto, que él hacía los villancicos para la noche del Nacimiento del Señor, y los autos para el día de Dios, que los representaban los mozos de nuestro pueblo, y todos decían que eran por el cabo. Cuando los del lugar vieron tan de improviso vestidos de pastores a los dos escolares, quedaron admirados, y no podían adivinar la causa que les había movido a hacer aquella tan extraña mudanza. Ya en este tiempo era muerto el padre de nuestro Grisóstomo, y él quedó heredado en mucha cantidad de hacienda, así en muebles como en raíces, y en no pequeña cantidad de ganado, mayor y menor, y en gran cantidad de dineros; de todo lo cual quedó el mozo señor desoluto, y en verdad que todo lo merecía, que era muy buen compañero y caritativo y amigo de los buenos, y tenía una cara como una bendición. Después se vino a entender que el haberse mudado de traje no había sido por otra cosa que por andarse por estos despoblados en pos de aquella pastora Marcela que nuestro zagal nombró denantes, de la cual se había enamorado el pobre difunto de Grisóstomo.» Y os quiero decir ahora, porque es bien que lo sepáis, quién es esta rapaza; quizá, y aun sin quizá, no habréis oído semejante cosa en todos los días de vuestra vida, aunque viváis más años que sarna. CONTINUAR LEYENDO

viernes, 5 de marzo de 2021

El mejor safari, un cuento de Nadine Gordimer, Premio Nóbel de Literatura en 1991

La historia de la humanidad es una historia de migraciones, algo que no ha cambiado, sino que, desgraciadamente, va en aumento debido a las guerras, el hambre, la persecución, etc. La autora sudafricana, comprometida con la lucha por los derechos de la población negra en Sudáfrica, nos habla en este cuento de una de esas migraciones. En este caso, sobre una provocada por una guerra, ¡qué raro!, y que tiene su lugar de origen en Mozambique con destino a Sudáfrica.

Es un cuento que refleja muy bien esa realidad y ese duro camino hasta llegar aun campo de refugiados, un pequeño oasis después de lo sufrido, pero que no representa el futuro deseado ni acaba, en los más jóvenes, con la esperanza de volver al pueblo de donde partieron. Y en ese trayecto, la autora, mientras narra la historia de una de las familias que huyen, nos deja una serie de cuestiones que nos invitan a reflexionar, cuestionar y hablar sobre todo lo que rodea a los movimientos migratorios; y, en ocasiones, a que algunas personas que han vivido esa experiencia la compartan con nosotros. Por eso lo hemos hecho en muchas tertulias con este cuento, desde cuarto de primaria hasta los taitantos años.

EL MEJOR SAFARI

Aquella noche nuestra madre fue a la tienda y no regresó. Nunca. ¿Qué había pasado? No lo sé. También mi padre se había marchado un día para nunca regresar; pero es que él fue a la guerra. Donde nosotros estábamos también había guerra, pero éramos pequeños y, al igual que la abuela y el abuelo, no teníamos armas. Aquellos contra quienes mi padre luchaba -los bandidos, los llama nuestro gobierno- irrumpían en el lugar donde vivíamos y nosotros huíamos de ellos como gallinas perseguidas por perros. No sabíamos adónde ir. Nuestra madre fue a la tienda porque decían que se podía comprar aceite para cocinar. Nos alegró porque hacía mucho que no probábamos el aceite. Puede que comprase aceite y que alguien la atacase en la oscuridad y le quitase aquel aceite. Puede que se topase con los bandidos. Si te encuentras con ellos, te matan. En dos ocasiones entraron en nuestro pueblo y corrimos a ocultarnos en el bosque, y cuando se hubieron marchado regresamos y descubrimos que se lo habían llevado todo. Pero la tercera vez que vinieron no quedaba nada que pudieran llevarse, ni aceite ni comida, así que le prendieron fuego a la paja y los techos de nuestras casas se hundieron. Mi madre encontró unas chapas de hojalata y las pusimos para cubrir parte de la casa. La esperamos allí la noche que no regresó.

Nos daba pánico salir, incluso para hacer nuestras cosas, porque sí que habían llegado los bandidos; no a nuestra casa -sin techo debía de parecer que no había nadie, que todos se habían ido-, pero sí al pueblo. Oíamos que la gente gritaba y corría. Nos daba miedo incluso correr, sin que nuestra madre nos dijese hacia dónde. Yo soy la segunda, la chica, y mi hermanito se agarraba a mi estómago, rodeándome el cuello con los brazos y la cintura con las piernas, igual que un monito a su madre. Mi hermano mayor se pasó toda la noche con un trozo de madera astillada en la mano, parte de uno de los palos que sostenían la casa y se habían quemado; era para defenderse si los bandidos lo encontraban.

Nos quedamos allí todo el día. Aguardándola. No sé que día era; en nuestro pueblo ya no había escuela ni iglesia, así que no sabíamos si era domingo o lunes.

Al ponerse el sol, llegaron la abuela y el abuelo. Alguien del pueblo les había dicho que los niños estábamos solos; nuestra madre no había regresado. Digo «abuela» antes que «abuelo» porque es así: nuestra abuela es alta y fuerte, y aún no es vieja, y nuestro abuelo es bajito, apenas se le ve en sus holgados pantalones, sonríe pero no ha oído lo que le dices, y lleva el pelo que parece lleno de restos de jabón, La abuela nos llevó -a mí, al chiquitín, a mi hermano mayor y al abuelo- a su casa y todos teníamos miedo (salvo el chiquitín, que iba dormido en la espalda de la abuela) de encontrarnos a los bandidos por el camino. Estuvimos esperando mucho tiempo en casa de la abuela. Puede que un mes. Teníamos hambre. Nuestra madre nunca regresó. Durante el tiempo que estuvimos esperando que viniese a buscarnos, la abuela no pudo darnos comida, no tenía comida para el abuelo ni para ella. Una mujer que tenía leche en los pechos nos dio un poco para mi hermanito, aunque él en casa comía gachas, igual que nosotros. La abuela nos llevó a buscar espinacas silvestres, pero toda la gente del pueblo hacía lo mismo y no quedaba ni una hoja. CONTINUAR LEYENDO

jueves, 4 de marzo de 2021

Libre te quiero, un poema de Agustín García Calvo

Se acerca el 8 de marzo y este es un poema de Agustín García Calvo que lo hemos utilizado en diferentes tertulias para hablar de la cosificación de la mujer en una sociedad patriarcal y de la desigualdad y violencia que provoca.

Es un poema que, frente a otros poemas y canciones de amor en los que se repite hasta la saciedad aquello de "eres mía" y cosas similares, rompe con esa muletilla cambiándola por un "libre te quiero, pero no mía", que refleja el auténtico sentido del amor.


«Libre te quiero»

Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.

Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.

Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.

Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.

Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.

Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.

martes, 2 de marzo de 2021

EL JOVEN REY, un cuento de Oscar Wilde

Oscar Wilde es un autor muy prolífico en todos los aspectos, y entre ellos destaca el de los cuentos. Con sus textos hemos hecho muchas tertulias tanto en el aula como en cursos de formación.
Este del Joven Rey, desde siempre, me ha llamado mucho la atención. La verdad, no me figuraba que Oscar Wilde tuviera unas inquietudes sociales como las que muestra en esta narración. Un joven rey que quiere para su coronación todo lo mejor, joyas, vestidos, alfombras, etc., y que va descubriendo que lo que a él no le cuesta nada, a la gente pobre y humilde les roba muchas cosas, entre ellas, la vida.
Un cuento para todas las edades.

EL JOVEN REY

Aquella noche, la víspera del día fijado para su coronación, el joven rey se hallaba solo, sentado en su espléndida cámara. Sus cortesanos se habían despedido todos, inclinando la cabeza hasta el suelo, según los usos ceremoniosos de la época, y se habían retirado al Gran Salón del Palacio para recibir las últimas lecciones del profesor de etiqueta, pues aún había entre ellos algunos que tenían modales rústicos, lo cual, apenas necesito decirlo, es gravísima falta en cortesanos.

El adolescente —todavía lo era, apenas tenía dieciséis años— no lamentaba que se hubieran ido, y se había echado, con un gran suspiro de alivio, sobre los suaves cojines de su canapé bordado, quedándose allí, con los ojos distraídos y la boca abierta, como uno de los pardos faunos de la pradera, o como animal de los bosques a quien acaban de atrapar los cazadores.

Y en verdad eran los cazadores quienes lo habían descubierto, cayendo sobre él punto menos que por casualidad, cuando, semidesnudo y con su flauta en la mano, seguía el rebaño del pobre cabrero que le había educado y a quien creyó siempre su padre.

Hijo de la única hija del viejo rey, casada en matrimonio secreto con un hombre muy inferior a ella en categoría (un extranjero, decían algunos, que había enamorado a la princesa con la magia sorprendente de su arte para tocar el laúd; mientras otros hablaban de un artista, de Rímini, a quien la princesa había hecho muchos honores, quizás demasiados, y que había desaparecido de la ciudad súbitamente, dejando inconclusas sus labores en la catedral), fue arrancado, cuando apenas contaba una semana de nacido, del lado de su madre, mientras dormía ella, y entregado a un campesino pobre y a su esposa, que no tenían hijos y vivían en lugar remoto del bosque, a más de un día de camino de la ciudad.

El dolor, o la peste, según el médico de la corte, o, según otros, un rápido veneno italiano servido en vino aromático, mató, una hora después de su despertar, a la blanca princesa, y cuando el fiel mensajero que llevaba al niño sobre la silla de su caballo bajaba del fatigado animal y tocaba a la puerta de la cabaña del cabrero, el cuerpo de la joven madre descendía a la tumba abierta en el patio de una iglesia abandonada, fuera de las puertas de la ciudad. En aquel sepulcro yacía, según la voz popular, otro cuerpo, el de un joven extranjero de singular hermosura, cuyas manos estaban atadas a su espalda con nudosa cuerda, y cuyo pecho estaba lleno de rojas puñaladas.

Tal era, al menos, la historia que la gente susurraba en secreto. Lo cierto era que el viejo rey, en su lecho de muerte, ya sea movido del remordimiento de su gran pecado, o ya deseoso de que el reino quedara en manos de su descendiente único, había hecho buscar al adolescente y, en presencia del Consejo de la Corona, lo había reconocido como heredero suyo. CONTINUAR LEYENDO