Me encanta cuando los autores y autoras literarias reflexionan sobre la lengua o la literatura, ya que ellos y ellas son los que viven directamente la práctica de la actividad literaria. Es como el entrenador y el deportista. Ambos son necesarios, pero la visión de este último, su reflexión sobre la práctica, tiene un valor especial
En este caso, el cuento de Benedetti lo he utilizado sobre todo para hacer tertulias en los cursos de formación del profesorado, porque me parece un texto fantástico para dialogar acerca de lo que entendemos por lengua en nuestra práctica como docentes.
LINGÜISTAS
Tras la cerrada ovación que puso término a la sesión plenaria del Congreso Internacional de Lingüística y Afines, la hermosa taquígrafa recogió sus lápices y papeles y se dirigió hacia la salida abriéndose paso entre un centenar de lingüistas, filólogos, semiólogos, críticos estructuralistas y desconstruccionistas, todos los cuales siguieron su garboso desplazamiento con una admiración rayana en la glosemática.
De pronto las diversas acuñaciones cerebrales adquirieron vigencia fónica:
—¡Qué sintagma!
—¡Qué polisemia!
—¡Qué significante!
—¡Qué diacronía!
—¡Qué exemplar cetororum!
—¡Qué Zungenspitze!
—¡Qué morfema!
La hermosa taquígrafa desfiló impertérrita y adusta entre aquella selva de fonemas.
Sólo se la vio sonreír, halagada y tal vez vulnerable, cuando el joven ordenanza, antes de abrirle la puerta, murmuró casi en su oído: “Cosita linda”.
FIN
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