Quiere que continuamente escuche su voz,
y yo no dejo de moverme, carraspeo,
escucho y no escucho,
salgo, regreso y vuelvo a salir.
Quiere ocupar mi atención y mi tiempo por completo.
Cuando duermo le resulta fácil.
De día, depende, y eso le molesta un poco.
Me desliza insistente antiguas cartas, fotografías,
trata hechos importantes y sin importancia,
pone la mirada en paisajes inadvertidos,
los puebla con mis muertos.
En sus historias siempre soy más joven.
Es agradable, sólo que para qué seguir insistiendo en eso.
Los espejos me dicen otra cosa.
Se enfurece cuando me encojo de hombros.
Y, vengativa, me echa en cara todos mis errores,
graves, luego fácilmente olvidados.
Me mira a los ojos, espera a ver qué digo.
Al final me consuela con que pudo haber sido peor.
Quiere que viva ya sólo con ella y para ella.
De preferencia en una habitación oscura y cerrada,
y en mis planes hay siempre un sol presente,
nubes actuales, caminos en curso.
A veces estoy harta de su compañía.
Le propongo separarnos. Desde hoy y para siempre.
Entonces sonríe compasiva,
pues sabe que para mí también sería una condena.
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