martes, 23 de febrero de 2021

EL CUENTO DEL NIÑO BUENO, un cuento de Mark Twain

http://1.bp.blogspot.com/-cb_cgeAXj_4/URlS3pXMcyI/AAAAAAAEEfM/aNleekDI-Q8/s320/images.jpg

Mark Twain escribió este cuento, junto con el del "Niño malo" como crítica hacia la pedagogización de la literatura infantil y juvenil, es decir, en contra de la utlización de dicha literatura para reconducir a los educandos a través de una moralina muy del gusto de la época y muy cercana a la idea de la domesticación de la infancia. Algo que, desgraciadamente, sigue en la actualidad con formas y fórmulas literarias diferentes, pero que persiguen los mismos fines.

Junto al "Cuento del niño bueno" publicó el "Cuento del niño malo", al que se puede acceder al final de esta entrada del blog. Aquí no aparece como tal ya que solo he realizado tertulias con el del niño bueno. Recuerdo que fue una tertulia con familias en un quinto de primaria de un centro de la Rioja alavesa. Y al recordar, enseguida me viene a la mente que nada más empezar la tertulia noté cierto rechazo en el ambiente, fundamentalmente por parte de las familias allí presentes. El asunto era que habían tomado el cuento por su lado literal y, sin alcanzar la ironía de Twain, había llegado a la conclusión de que allí se hacía una apología del mal. A pesar de ese rechazo, a lo largo de la tertulia, se fue viendo que la bondad de la que hacía gala el protagonista no era una auténtica bondad, sino un instrumento para ser alguien en este mundo. O eso era lo que creía yo, porque al final de la sesión charlé con una madre no muy convencida de lo que habíamos hablado y aproveché para darle una copia del cuento sobre el niño malo, a fin de que viese que existía, en el mismo autor, otra mirada crítica hacia la idea de maldad. Recuerdo que aceptó la copia y que según la cogía me dijo que si otra vez traía otra lectura como la que habíamos hecho, que le avisase, porque ese día su hijo no iría al colegio. Comprendí su postura, pero también me hizo ver lo bueno que era Mark Twain escribiendo.

EL CUENTO DEL NIÑO BUENO

HABÍA UNA VEZ UN NIÑO BUENO, llamado Jacob Blivens, que siempre obedecía a sus padres, por absurdas y poco razonables que fueran sus exigencias, que siempre se estudiaba la Biblia y jamás llegaba tarde al cursillo de religión de los domingos. No le gustaba volarse de clase, aunque si lo pensara bien se daría cuenta de que era el mejor negocio para él.Era tan extraño su modo de comportarse que ninguno de los demás muchachos lo comprendía. No decía mentiras, aunque le conviniera. Opinaba que mentir era malo, y que eso le bastaba para no hacerlo. Y era tan honesto que rayaba en la ridiculez.

Las curiosas costumbres de aquel Jacob no las igualaba nada: no jugaba a las canicas los domingos, no robaba nidos de pájaros, no les daba monedas calientes a los monos de los organilleros; no parecía interesado en ninguna de las diversiones normales. Los demás muchachos se devanaban los sesos tratando de averiguar cómo era esto posible, pero no llegaban a ninguna conclusión satisfactoria.

omo dije antes, sólo se les ocurrió la idea vaga de que era “chiflado”, por lo que lo tomaron bajo su protección, y nunca permitieron que le sucediera nada malo.

Este muchacho bueno se leía todos los libros de moral, pues eran su mayor delicia.
He ahí el secreto. Creía firmemente en los niñitos buenos que ponen de ejemplo en esos libros; tenía gran confianza en ellos. Ansiaba encontrarse a alguno vivo, pero nunca lo consiguió. Todos morían antes de tiempo, quizás.

Cada vez que leía sobre alguno particularmente bueno pasaba las páginas a la carrera hasta llegar al final, para ver qué había sido de él, porque estaba dispuesto a viajar cientos de millas para poderlo observar; pero era inútil: el muchachito bueno inexorablemente moría en el último capítulo, donde había una ilustración del funeral, con sus parientes y los niños de la clase rodeando la tumba, en pantalones que les quedaban demasiado chicos y sombreros que les quedaban demasiado y todo el mundo moqueando en descomunales pañuelos, como de yarda y media de tela. Siempre salía derrotado de esta manera. Nunca pudo llegar a ver a ninguno de esos muchachitos buenos, pues éstos irremisiblemente morían en el último capítulo. 

Jacob albergaba la noble ambición de que también a él lo metieran en un libro de moral, con ilustraciones que lo representaran negándose a mentirle a su madre, y a ella sollozando de dicha por tal motivo; o en grabados que lo representaran de pie, en el umbral de la puerta, dándole un centavo a una pobre limosnera con seis hijos, y diciéndole que lo gastara como a bien tuviera, pero sin derrocharlo, porque la extravagancia es pecado; o un dibujo mostrando su magnanimidad al negarse a acusar al granuja que siempre lo acechaba a la vuelta de la esquina cuando salía de la escuela, y que le blandía un garrote sobre la cabeza y luego lo perseguía hasta la casa amenazándolo. Hete aquí la ambición del joven Jacob Blivens: quería que lo pusieran en un libro de moral. CONTINUAR LEYENDO

No hay comentarios:

Publicar un comentario