Es un poema que, en mi opinión, va que ni pintado para una tertulia intergeneracional o, si se quiere, para una de jóvenes, adolescentes o niños o niñas.
Estoy en esa edad en la que un hombre quiere,
por encima de todo ser feliz, cada día.
Y al júbilo prefiere la callada alegría
y a la pasión que mata, la renuncia que hiere.
Vivir entre las cosas, mientras que el tiempo pasa
-cada vez menos tiempo para las mismas cosas-
y elegir las que valen una vida: las rosas
y los libros de versos, y el viaje y la casa.
Hasta ahora he vivido perdido en el mañana
-seré, seré, decía- o en el pasado -he sido
o pude ser, pensaba- y el mundo se me iba.
Ahora estoy en la edad en la que una ventana
es cualquier aventura, y un regalo el olvido.
Ya no quiero más luz que tu luz mientras viva.
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